jueves, mayo 31, 2007

Una ensoñación acerca de las literaturas nacionales y el nacionalismo.




Aunque en variadas ocaciones he injuriado al joven que se atreviera a trivializar, es decir, a prostituir las fértiles landas del lenguaje, con las fornicarias exhortaciones a la vida cotidiana, creo que en esta ocasión, tal y como funciona la excepción a la regla que existe en el ideal moderno, iniciaré esta frágil ensoñación con una caminata luego de almuerzo, a la manera peripatética.

Tal era yo, descontinuado y avieso, merodeando como el perro del hortelano, siendo de las calles propio y extranjero, cuidándome de los precipicios en el momento que se abrió una nube, una nube negra entre una legión de cúmulos prietos, para desnudar el cándido sol que, sin inquietar ni menos contagiar de calor, deviene sonrisa en el aterido. Entonces lo supe, olvidé mis imaginaciones respecto a la poesía, la lectura, el canon, las traducciones y la importancia de establecer una crisis en la infame crítica de nuestro país. Pensé en nuestro país, como el sol sin pensarlo se hacía presente sobre nuestras cabezas. Y olvidé por un momento que era yo y no otro, y la sangre se pareció a la sangre. Y entonces corrí por las venas como un niño, para encontrarme en el agua, ser ese río que baja por las calles cuando llueve.

¿Hay una posibilidad de decirnos en otra lengua, una prestada, que ahora es nuestra y así ser? ¿ Acaso el nuevo mundo advendrá en la lengua como no lo ha hecho en la etnia, la cultura y la historia? El agua de esta tarde me ha dicho en su lengua de hojas, que tal intención es estéril. No somos el limo, el fuego, ni menos la mano en que se amasan los venideros. Somos esa especie de agua turbia, en la que el lodo, las hojas y la basura retozan descendiendo. ¿Cómo si no, intuir la respuesta...? ¿Cómo sin antes haber enfrentado la pléyade de diferencias que colman la copa de nuestro pueblo? There are more things in heaven and earth, y son los extramuros de una lengua los agentes de su propia definición. Por tanto, para una literatura nacíonal, el chileno debe hacer los holocaustos a la patria colocando una bomba en la sintaxis del Siglo XIX, para asì liberarlo. Abrir las puertas de la República a las literaturas, y abrir la lengua al mundo. Perméemonos una vez más del pluriverso y olvidemos que existe el ser humano en esta extrema porción de tierra. Seamos norteamericanos, franceses, rusos, polacos, rumanos, croatas, iranios, indios, chinos, japoneses y alemanes. Seamos bolivianos y peruanos, seamos también argentinos y brasileños. No tengamos miedo de la contaminación pues en ella fuimos y en ella seremos. Es momento que el nacionalismo sea abierto para ver qué contiene, pues quiero ser orgulloso de estos colores y estas imágenes. Quiero ver con la misma dignidad que el rishi ve sus Himalayas, la noble y esotérica Cordillera de los Andes. Quiero que el mar que sueñan los pescadores en Alsino, sea el negro ponto en que los barcos por Neptuno se perdieron. Quiero que el rojo de la bandera sea el mismo de Rolando y Roncesvalles. Quiero no esconderme cuando digan Chile. Quiero ser como el Judío, que sin saber de dónde viene intuye que comparte familia con alguno de los fieles en el monte Sinaí. Quiero que el Dante sea padre, Emily Dickinson madre, Walt Whitman el tío, Goethe un viejo primo, Cervantes un hermano borracho y Víctor Hugo el ama de llaves. Quisiera pensar que los libros que se acumulan en nuestros estantes no por nada se confunden en la biblioteca. Pienso en Babel y me gustaría que Neruda leyera a Gustavo Ossorio para decirle que viene un Ejército Libertador de los Andes a deponer la mentira y fundar la patria con las puertas abiertas. Un libertador que le dé la palabra a Mahfud Massis para departir con Leopardi, y así quizás descubrir que en estas zonas frías el honor no se ha perdido, y algún divino niño nazca en un poema iluminado, junto a Eneas por otra Roma desterrada.

Camino un par de cuadras y el relámpago me abre los ojos para el trueno y la lluvia. Apuro el paso y antes de olvidar, creo que por sobre todo, quisiera que cuando un joven tenga que elegir en una biblioteca un volumen en el terroso anaquel, pensara como el Griego, que cada gota es parte del río: un hijo que con premura regresa a su familia en el Océano.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

01/06/07 – comentario al blog de Juan Manuel

Amigo, hace tiempo que voy leyéndote y guardando el silencio respetuoso que me invita la lectura. Coincidentemente, ayer terminé de releer Alsino y me vinieron las ganas de escribirte.

Alsino, a pesar de ser aquel que oye, canta y se corresponde con la naturaleza entera –no sólo vuela y recita al mundo cada vez que lo descubre, sino que también oye a todo los objetos que hacen la existencia–, reconoce su destierro íntimamente en cada gesto. No es de ni para este mundo. De tal forma, antes de la fiebre y el dislate que terminarán en la ascensión extrema y rabiosa, que no es otra cosa que la caída y la desintegración para volver al aire, Alsino se descarga directamente contra aquellos que se proyectan y buscan tantas esperanzas en la distancia incomprensible.

Las madres lo buscaban para sanar a sus hijos y evitarles la muerte, pero nunca estaban satisfechas. Alsino, quien con paciencia las atiende, finalmente les responde:

“¿Por qué callan? ¿Murmuran? ¿No han quedado satisfechas? Las madres y las abuelas nunca lo quedan. ¡Pobres mujeres! Es mi hijo, dicen, y cada cual implora por el suyo como si fuera el único tesoro del mundo.
Y los hijos van absorbiendo la vida de los padres, y los padres quédanse vacíos de obras. Y hay quienes sólo sirven para que cuiden de sus hijos; y estos, a su vez, cuando les llegue el tiempo, para que de los propios hijos cuiden. Y unos y otros van sucediéndose estériles como caminos. Sí; por generaciones de generaciones la vida en ellos sólo en tránsito pasa. Miles de seres, sin saberlo, gastan su existencia atentos al hijo que aguardan, al hombre verdadero por quien tantos y tantos se han sacrificado; y cuando por fin llega el hijo inconscientemente ansiado, nadie lo reconoce y nadie lo comprende, y todos lo tienen por un ser ajeno y extraño. ¿Para qué, entonces, pobres mujeres, ese afán en conservar el vuestro, cuando no váis, por su intermedio, sino en busca de ese otro que os será distante e incomprensible?” (Prado, Pedro, Alsino, Santiago de Chile: Minerva, 1920, 277 s.)


No olvidemos que todo esto ocurre, irremediablemente, en los alrededores del lago Vichuquén. Zona completamente rural para 1920.

Un abrazo.

V.

Anónimo dijo...

Juan Manuel, esplendiendo ese amor por lo que no es aunque pueda serlo, comparto contigo estas palabras halladas en un manifiesto de o'higgins, aprovechando la índole de la fotografía que eligiste y las más recientes temáticas por ti elegidas:
"debe cerrarse en breve el templo de jano, y todos y cada uno han de dar cuenta..."