viernes, diciembre 22, 2006

Philip Kindred Dick o la asíntota [1]del lenguaje narrativo.


Sin haber sido un mago del lenguaje, ni menos un escritor que buscara la originalidad, a mediados de la década de los setenta, Phil Dick pareciera haber chocado frontalmente con la punta de un iceberg tan grande, como la caída de Satanás a los hielos infernales. Así, aquel traductor de gran parte de la literatura occidental a un género más reconocido por la idiotez de sus lectores y su propensión a transformarse en cine, que por la calidad y osadía de sus producciones, no sólo quiso derrumbar la estabilidad del nuevo reino lector, sino que, además, destruir los cimientos de cualquier realidad, ya fuera textual o extratextual, suya o ajena.

Tanto en el descarnado tráfago de ubicar a Dios como protagonista ausente de su última trilogía (Sivainvi, La Invasión Divina y La trasmigración de Timothy Archer), como en transformarse en el odre ( a la manera cabalística) de transmisión de la luz divina, el año de 1974 fue, sin lugar a dudas, el punto de inflexión de un tipo de escritura narrativa legislada tácitamente, ceñida al rigor de la fantasía y la verosimilitud, al punto de perderse en esa dialéctica, sin considerar la simbiótica relación de la acción y el modo de representación. Ese año Dios le habló a la novela para recordarle la libertad de abrasar cualquier cosa que cayera en su ámbito, así como la responsabilidad de hacerlo. Nada debe escapar al relato, como nada debe escapar a la historia. Por esto, el imposible Libro, fue en sus últimos años una búsqueda que los críticos llamaron “esquizofrenia”, “adicción” y “locura”.

Exceso de bilis negra y autorepresentación, son otros nombres para el humor con que la seriedad de su peregrinaje, socavó tóxicamente el género, la decencia, la moral y la esterilidad que daba el regido comercio del necesario entendimiento: La lectura es la compra de una experiencia vacía a la que llamamos talento o esfuerzo. Por el contrario, desde Orange County y su pléyade de drogados, fanáticos y beats residuales, Dick, traslada el fenómeno de la esperanza moderna en crisis (al igual que Borges), al simulacro de la presencia, pues Dios se le presentó para salvar a su Hijo, pero no a la literatura de su Exilio, ni de la irepresentabilidad de su lenguaje.

Teatralizaciones, comedias o picarescas invertidas, las últimas tres novelas de Dick suponen un rosetón de mecanismos ignotos aún, que van desde la ironía, pasando por la religión, la filosofía, la música, hasta llegar a la crueldad de la tragedia sostenida. Ninguna de estas apariciones, casuales en otras escrituras, pueden escapar a la semiosis interna de la escritura. Como un gran lector, el discurso narrativo de Dick es ya una prótesis traductiva en busca de la autoironización [2] , del acabarse sin más por no poder dar cuenta de lo esencial. Y es que la apariencia es otro género de la percepción verdadera. Pues aunque estos relatos indiquen la vía unitiva con Dios, el único afán patente y casi obvio, es el placer que existe en experienciar el fracaso de un mundo en el personaje, más si ese personaje es hipóstasis del autor. Este destruir los sostenes de la objetividad, al contrario del prejuicio, no instalan la conciencia en la plena subjetividad, sino más bien, en el escrúpulo ético que revela la creación en su estatuto de discurso y lenguaje (como entidad reversible o con revés). Así, el comprender el mundo como lenguaje y representación de lo Otro, implica, en su entusiasada manía, que La Realidad es aquello que, incluso aunque dejes de creer en ello, sigue existiendo y no desaparece.

Justamente, esa existencia como lenguaje no es sólo profundamente exterior, sino total exterioridad. Aquello vulnerado por el sentido, por la interpretación, por la experiencia en la conciencia y más aún por el tiempo y la creencia, es lo permanente. Contradicción o anulación, el hecho de que lo arrebatado al exterminio futuro sea lo irreal, instala a las relaciones entre los hombres como tropos, sintagmas y paradigmas de una antigua literatura, como también determina lo real al ámbito de las significaciones o sustituciones de lo literal por lo real o inexistente aún. En ese sentido, Dick apunta al hombre, la basura, la degeneración y el fracaso de la nominación y, por ende, a la comprensión en emociones básicas, para mostrar el recorrido asintótico del pasar de lo real: agente de la historia como promesa o inminencia, y que cree en nosotros sin nosotros tener que creer en ello.

Fetichistas, ornamentales, vagas y pusilánimes, las novelas de la última trilogía se constelan como el eje de una escritura particular, superándose en la atracción indiscriminada de entidades generales sin llegar a ser una suma o catálogo, más que el ejercicio de traducción de manera inversa al joven pensamiento de Benjamín (el paso de estadio en estadio buscando el orden y la superación hasta Dios), que en la postrera narrativa de Dick, vuelve entrópicamente a las cosas en su luto y fragilidad. Las entidades asoman el éxodo al que están condenadas y parecen estar siempre despidiéndose. Mas en el proceso de revisar y revisarse hasta la destrucción, la escritura, en vez de diferir de lo otro y de sí, se junta hasta volverse más densa que la letra, hasta ser más oscura que la noche. Y es ese momento, cuando la pretensión de alcanzar la otra costa sopesa el mareo de un barco cambiando su forma, cuando el abismo se cuela por el ojo (otro abismo), cuando la ebriedad del sueño despierta el terror de la muerte, y cuando caemos en cuenta de que esa piedra que nos hace tropezar al ir flotando por reflexiones en la calle, nos ha devuelto el sentido de un más allá de referencias y novelas, el que Dick toma para plantear la presencia del origen del universo bajo nuestros pies, desviando la línea que queremos y creemos seguir para encontrar un final.


[1]Asíntota: 1. f. Geom. Línea recta que, prolongada indefinidamente, se acerca de continuo a una curva, sin llegar nunca a encontrarla.
[2]Como en el caso de el alter ego de Philip Kindred Dick en Sivainvi, traducción de su propio nombre: Horselover Fat, por Philip-Amigo de los caballos en griego, y Dick: Gordo en alemán.

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