lunes, agosto 20, 2007

Axolotl




Colindando únicamente por el animalillo con ese pastoso cuento, símil de la hora en que Mendoza duerme siestas veraniegas, estimo pertinente detenerme en un punto. Si bien estas bestiecillas no fueron adquiridas por mi persona como un capricho literario (de los que tanto abundan en estas épocas), en una suerte de moral cristiana podría decir que los adopté. Como aquel incivil Cristo que levantó de la tumba a Lázaro, trayéndolo de nuevo (Dionisio) a la vida para morir, cometí el pecado de ignorar el buen gusto que practica cualquier ser que desestima la muerte. No, yo temí por el oscuro Dios que habría creado entidades tan cómicas, es decir, temí violentamente por el sentido del humor que tendría un demiurgo así. Me arrepentía, y podría decirse que cada árbol comprimido hacia el blanco para que un fétido mozuelo con ínfulas artísticas practique rúnicas grafías, ha muerto por una culpa. He llegado a pensar que la huella de Dios, aquello que nos quedó, a saber, la escritura, no fue más que una carta de despedida, viciosamente ornada con sentimentalismos y chapucerías, para que los hombres, como el huérfano esperanzado que cuenta la historia del padre marino aún en viaje, quedaran en guardia frente a este lupanar que llaman mundo.

Más allá de las quejas, usé la forma del pasado indefinido, pues puedo arrepentirme de mi arrepentimiento, y porque ya no lo hago. Efectivamente, son seres muy graciosos, a la manera de los Profetas o de Isaac, que tanta risa causó a sus padres, hasta que descubrieron el mal genio del Dios del Antiguo Testamento. Tal es materia de otro árbol, pues ahora que los miro rodeados de heces, más parecidas a tejidos o nidos que a la nefanda y execrable supuración que nuestros cuerpos despiden luego del hastío, pienso que como seres germinales o en estado larvario, son un interesante objeto de estudio. Desestimo profundamente el burdo psicologismo y la barata obstinación en el doblaje, por lo que mis reflexiones serán Originales en el más amplio sentido de la palabra. Y así como originales, escatológicas, pues de la hez surgió la monádica reflexión preñada de futuro.

Por la cara de bobos y por no cerrar nunca los ojos, les hallo un ligero parecido con los escritores, quienes desayunados, almorzados y por qué no decirlo, cenados, de una caterva de escritores previos a ellos caídos en la desgracia de la ceguera, no han cuantificado el valor natural de los ojos. Y es que la visión es el origen de la verdad. Por ejemplo: de mi caritativo acto, descubrí que los axolotles, aunque feos por naturaleza, escondían profundos designios humorísticos de nuestro creador. Esa es una verdad. Ahora argumentaré su porqué.

Los axolotles son como los escritores: feos y ojiabiertos. Además escriben heces con su ano, y son capaces de vivir hasta que ya nada se ve en su propia pecera, velada la visión por su propio deshecho. Pero en esa aporética condición, más que morir, los axolotles se adaptan y dejan su estado larvario para mutar a otra fisionomía, propicia para la supervivencia. Claro, me dirán ustedes, todo animal lucha por su supervivencia. Cierto, mas estos bichos no cambian tan sólo para no morir, sino que para aprender a vivir entre mierda, si me permiten la vulgar voz. Así, he llegado tras infusas cavilaciones, a una conclusión: el axolotl es un animal teologal, profundamente filosófico y conectado con las potencias tanáticas y eróticas de este orbe. Esto, pues más allá de un pobre Passolini o un distractor relato de García Márquez, creo que estos animales, propios del cenagal mexicano, comparten el espíritu que Mijail Bajtín veía en el Medioevo carnavalesco. Como seres invertidos, en vez de procurar su beneficio, lo anulan, incluso dejando de lado cualquier estoicismo o laxa variación de pensamiento (créanme que los he visto comer su excremento teniendo al lado un suculento bocado de alimento). Por esto, pienso que son seres excepcionales, escritores puros, que teniendo una variedad de mundos posibles en los cuales mutar, eligen el peor. Se preguntarán qué es lo que tiene de positivo esto. Nada. Mas les pido que recapitulen por qué he practicado un fanatismo especial por estos endriagos. Claro, por teologales y filosóficos. ¿Y qué sería un buen teólogo y filósofo sin escatologías o imaginaciones del más allá? Yo creo que mis axolotles saben con certeza qué es lo que aguarda tras la balanza de Osiris. Tal materia la descubro con pericias de hombre santo, metódicamente observándolos comerse su excremento y crecer, así como también al escuchar que aunque les sea cortado un miembro, este se les regenera, al punto de la inmortalidad. Creo, amigos míos, que los Axolotles desde el vidrio de la pecera descubren inverso el mundo. Ven la desesperación y la extrema propensión a la felicidad y la asepsia. Ven las blancas pieles y la limpieza, también la tranquilidad. Huelen el miedo a fracasar y a ser heridos. Saben de nuestro temor a morir. Por eso, ellos, seres que desde el espejo nos contemplan, tienen ciega fe en que invirtiendo las búsquedas, es decir, haciendo lo que más fácil parece, que es sufrir, degradarse y vivir la putrefacción en vida, se extiende lastimosamente el paso por esta tierra. Como naturales filósofos, intuyen la ganancia desde el conocimiento de su mundo. Saben el vidrio y el agua, espejos por antonomasia. Desde esa filosófica reflexión del orbe, extraen la materia teológica que en los extramuros del hálito vital ha de comenzar. Ellos son ciertos de que hay un otro lado en el espejo, un afuera, y saben también que por lo general el humano se equivoca en sus obsesiones. Desconocen la muerte y la saben como un tránsito. ¿A qué? A la inversión de su vida submarina. Nacerán de nuevo para evolucionar, para salir del agua y disfrutar de los placeres primeros de una tierra aún virgen. Ahora que lo pienso, puede ser. Quizás soy el sueño de un Axolotl arrogante, que ha pretendido ponerse a sí mismo como clave de la creación. Puede ser. A mí se me hacen parecidos a los escritores, aunque mucho más a los mexicanos.

4 comentarios:

Juan Manuel Silva Barandica dijo...

Es una mugre este blog. Nadie hace comentarios.

David Villagrán Ruz dijo...

Volviendo al antiguo caso de las luciérnagas, debo afirmar que sintiéndome yo, así de viejo y huraño un poco más joven que lo acostumbrado, decidí hacer un fotolog totalmente quinceañero y escatológico.

www.fotolog.com/elperrouforoles

Acaso dios es feérico?

Anónimo dijo...

Estoy en Par�s. Hoy ir� a fumar gauloises y escuchar jazz contigo en la noche. Supongo que los que son como t� se animar�an en secreto a realizar ese tipo de sesiones.

Anónimo dijo...

Estoy en Par�s. Hoy ir� a fumar gauloises y escuchar jazz contigo en la noche. Supongo que los que son como t� se animar�an en secreto a realizar ese tipo de sesiones.