viernes, febrero 01, 2008

Life is but a walking shadow [Esperando a los Bárbaros]



Grato para quien cree en la traducción, encontrarse no con versiones originales de un género o "frescas" reinterpretaciones de tópicos antiguos. Evitando la burda metáfora vegetal, sentir que una novela escrita en 1980 por un sudafricano es verosímil, digamos en la parodia que siempre ha comportado la ventura de reconocer la parentela de un discurso literario con aquello que hizo literatura (a saber, los discursos literarios fuertes, el canon, lo clásico, finalmente, la literatura), me provoca una suerte de abismado placer al ejemplificarlo con el mismo discurso de la novela Esperando a los Bárbaros. Esto, pues el protagonista, Magistrado de un pueblo ubicado en la frontera de un territorio bárbaro y un imperio (funcionando ambas indeterminaciones de manera muy similar a lo que ocurre en El Proceso de Kafka)siente placer en las postrimerías de su vida, únicamente con desenterrar sistematicamente, en las afueras del pueblo, las ruinas de civilizaciones que antes suyo fracasaron en el control, en la batalla por historizar, es decir, hacer suyo el tiempo y el espacio en otro tiempo y espacio, el de la escritura. La frustrada lectura, por la ignorancia de los signos y la distancia insalvable entre culturas, es el espacio utópico de la templanza espiritual, el equilibrio y la complementariedad sexual, tres ámbitos que, para el Magistrado, o bien existen en el mito de la juventud o en algun tipo de restitución imposible: una política verdadera y futura.

Otro punto relevante en la novela, es aquel que explora las intransitividades del discurso corporal, la escena de la mutilación, los cuerpos incompletos y la recurrente especularidad y autotelismo de la relación amororsa. Ya próximo a la pérdida u olvido de sus sentidos, para el Magistrado, el cuerpo otro se presenta como una posibilidad de recordar, de resignificar el propio cuerpo y coordinar los suplementarios sentidos con el mundo fragmentado. El doble del mundo y la historia es la mujer, el espacio de batalla, conquista y derrota, su cuerpo. Así, el mostrar la imposibilidad de acceder a una complementariedad sexual, es la alegoría que conduce al caracter protético de la experiencia lectora y la escritura.

Más allá de lo anterior, a mi entender, más allá de la tortura, el imperialismo y los límites y fronteras, lo enigmático de la novela estriba en una tópico que, analizado en el siglo XX, es posiblemente uno de los más recurrentes y misteriosos de la literatura pluriversal. El sueño premonitorio viene siendo relevante en la literatura desde aquella historia de José y el Faraón. Los siete años de bonanza y siete de miseria, la visión como comunicación con Dios y la interpretación insuflada por el espíritu, se ven invertidas en la comprensión hindú, que piensa la realidad y la identifica bajo la forma del sueño de Brahma, sueño creador de la materia y la falsedad, el espejismo, tópico que retomaría Heine al plantear que somos gracias al sueño de un Dios ebrio. Así, aunque Freud haya analizado los procedimientos implicados en el sueño (condensación y desplazamiento), sólo Jung comprendería el vasto acervo simbólico en los sueños, relacionándolos ya no con lo residual del día, con el equilibro de gastos síquicos, sino con un nivel de mayor trascendencia, una fuente de causas subterráneas que hallarían su doblaje en el abismo literario. En ese sentido el sueño que planteara Jean Paul Richter sobre el discurso del Cristo muerto sobre el edificio del mundo, es un ejemplo vertiginoso de cómo el fenómeno del sueño contamina metafísicamente (positiva o negativamente) el objeto a describir o a escribir. La experiencia de Cristo y su sueño lo llevan a descubrir la orfandad de Dios y el abismo que se cierne bajo toda creación, el hinduista fundamento de Siva, quien destruye los mundos, es aquí la ausencia de Dios en la forma de un vacío que engulle la huérfana materia. Por lo mismo, el sueño de Chuang Tzu, en el que carece de fundamentos al despertar para saber si la mariposa sueña a Chuang Tzu u Chuang Tzu sueña la mariposa, es otro ejemplo y práctica de la vacilante ética creadora, que, incapaz de solucionarse, se replica doblándose, especularizándose, existiendo en un otro sin dejar de ser: lo creado tiene la huella y es quien lo creó, tal el sentido de la visión. Coleridge, gobernado por la opiácea alucinación, en 1797 sueña el palacio de Xanadú, y alterado por su visión despierta poseído por la descripción de ese palacio y su creador, Kublai Khan, llegando a retener el poema y reproducirlo desde lo recordado en el sueño: traduciendo el misterio. Años después se sabría que tal ciudad fue construida efectivamente, por un sueño de Kublai Khan, quien al igual que Coleridge habría retenido en su alma la imagen de dicho proyecto. Por lo mismo, como metáfora de la creación, el sueño se produce en una anterioridad, un pasado previo a la articulación del lenguaje: un silencio que, como planteara Vico, contiene al discurso y es el discurso futuro mismo en un estado de latencia.

Finalmente, ya en la novela de Onetti El pozo, en Alicia en el país de las maravillas y en varios cuentos de Jorge Luis Borges, el sueño cobra vital importancia al presentarse como figura de creación e indecisión entre diversos planos estéticos, e incluso, de realidad. Pensar entonces el sueño en la literatura, es pensar en la pobreza de recursos creativos, la materia, y cómo esa pobreza y humildad se ve exponencialmente multiplicada al ser transplantada de un yo a un otro, al ser escrita, al traducir la propia incapacidad de ser en el mundo y asumir el mundo en la famular experiencia. A tales reflexiones me ha llevado la lectura de Esperando a los bárbaros de J.M.Coetzee, entre otras razones, por la inevitable pulsión crítica de comprender ciertas estructuras discursivas. En ese sentido, la mención metonímica-contigua de la corporalidad-soporte, de una escritura que mutila en su afán de acceder a la otra orilla, de cruzar las aguas del olvido, que fragmenta el cuerpo amado, que conquista arrasando una escritura anterior, es decir, borrando desde la herida y los muñones, directamente refiere a ciertos criterios postestructurales desarrollados por Roland Barthes y otros filósofos amateurs (amantes), por lo mismo, en una primera lectura-crítica sentí de mayor relevancia, referirme a la fatigosa relación entre la sexualidad y el sueño. Distraído de ciertas convenciones, he perseverado en la comprensión de dichos fenómenos dentro de la novela, como una heráldica de la creación, ya no sólo literaria, sino vital, pues en una suerte de supervivencia (tanto el organismo como el discurso) buscan ser en otro, buscan abrir el surco de su propio fracaso en una profundidad mayor; al cabo, el sueño como acto creador es la figura que revela la paradójica imposibilidad de crear. ¿Qué es lo que se crea? Nada, pues como en el sueño, la creación supone una distancia insalvable entre dos tiempos, el del proyecto y el del estadio inicial, el de la imaginación y el de lo supuestamente real. ¿Qué hay entre ellos? Literatura. Y ¿qué sentido tiene lo literario en el sueño? Presentar la imaginación fallida, la impotencia de ser otro: hay un despertar a la fantasía de la diferencia en la ficción, tal es el tiempo mesiánico, aquel en que aquello que parecía único se muestra en su calidad de literatura, abismando en un único momento la suspensión de todo momento. Así, un sueño cualquiera puede llegar a ser el momento del sentido, el último momento de lectura.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

HAY UN INTENTO MUY MALA LECHE ESO DE ANDAR DICIENDO QUE EL POETA DE SANTIAGO DIEGO RAMIREZ SIGUE ABUSANDO Y TENIENDO MATERIAL PORNOGRAFICO INFANTI, SI ESO ES VERDAD, NOSOTROS NO SOMOS NADIE PARA ANDAR ACUSANDOLO, TOTAL LO QUE NOS IMPORTA ES SU GRAN CALIDAD POETICA Y SU GRAN CALIDAD HUMANA. SI ESE IMBECIL QUE TAMBIEN SE HA METIDO A MI BLOG A OFENDER A MI AMIGO ESTA MUY EQUIVOCADO. POR OTRA PARTE: EXCELNTE ESTE BLOG POR ESO ES QUE LO USE COMO TRIBUNA.

VITOR IBARRA.

Anónimo dijo...

HOy juanma escribete otro artículo que este está muy largo y repetio!!!

V