viernes, mayo 09, 2008

Silencio de Pablo Neruda



Fin de Mundo (1969)

Silencio


Yo que crecí dentro de un árbol
tendría mucho que decir,
pero aprendí tanto silencio
que tengo mucho que callar
y eso se conoce creciendo
sin otro goce que crecer,
sin más pasión que la substancia,
sin más acción que la inocencia,
y por dentro el tiempo dorado
hasta que la altura lo llama
para convertirlo en naranja.



El primer nivel de significación poético es, en este caso el título, que siendo tan escueto y a la vez tan decidor representa la ausencia del sonido. Es el poema del Silencio, o de la ausencia de sonido. Particularmente extraño es el caso en que la representación fonética de un signo literario se contraponga inmediatamente a la idea fundamentada por el título, puesto que no puede haber voz hablada al mismo tiempo que silencio, por lo que se puede leer que el poema está en función escritural y no en una fonación traducida a una escritura.

Desde la falta de voz, de presencia, accedemos al primer verso: “Yo que crecí dentro de un árbol..” donde el silencio adquiere una contextualización en la naturaleza, en la vida dentro de un árbol. Ahora bien, podemos leer el verso tanto desde la perspectiva de que el sujeto es efectivamente la savia o la vida de un vegetal, como la posible asociación con el referente nerudiano infantil donde el árbol sería la imagen de la araucanía como la niñez, como el espacio de la vida, como el espacio americano y donde el crecimiento jugaría con la analogía de un bosque que envejece pero que cada vez se hace mas robusto e inexpugnable. Es por eso que este crecimiento en el interior se puede leer como el escondrijo de la niñez y como la consagración de la vida en el crecimiento poderoso de la naturaleza, en el orden de la vejez no como un arruinamiento sino que como una consolidación de la fortaleza de la experiencia . Podemos ver esta relación niñez/vejez en los siguientes versos: “...tendría mucho que decir,/ pero aprendí tanto silencio / que tengo mucho que callar / y eso se conoce creciendo / sin otro goce que crecer...” en los cuales se replantean las relaciones de habla/escritura con la diferencia que la lectura vuelva la escritura y el silencio hacia lo natural, en el sentido que la misma naturaleza y su falta de habla es a su vez una escritura que logra comprender el hablante a la hora de callar y no decir. El silencio se vuelve a conjugar en función de un crecimiento que no tiene lógica humana sino que natural, siendo la apelación a lo natural.

Volvemos sobre el primer verso para hacer notar que el pretérito usado implica una clausura en el hecho de que haber crecido ( Yo que crecí) está instalado en un pasado inalterable y al que no se puede volver como en el caso de: Yo que crecía.
Esta clausura esta en directa ligazón con el problema del pasado y el presente de la escritura, donde se representa una lógica de la otredad natural, donde el pasado inalcanzable persiste en el crecimiento, en la maduración natural que conduce desde la voz hasta el silencio en el aprendizaje de los misterios de la ex – sistencia del mundo natural.

Se puede leer en los dos versos siguientes: “...sin más pasión que la substancia, / sin más acción que la inocencia,...” que se establece una relación entre los verbos: conocer y gozar, y los sustantivos: pasión y acción. La primera relación se articula en una dialéctica que podría establecerse en los parámetros de razón e instinto, pero inmediatamente la lectura conduce a ambos al crecer, que posteriormente se define como inocencia, por lo que el conocer en el crecer y el gozar en el crecer están en posición dirigida por el dominio del crecimiento natural, el instinto, la lógica del otro.

Ahora, realizando el juego de posiciones, se puede acceder a los dos sustantivos (pasión y acción) en dirección respectiva hacia la substancia y la inocencia, donde se puede relacionar desde la pasión como un concepto religioso ( cristiano [re-ligar]) y como concepto amatorio y revolucionario hacia la substancia como el fundamento de lo natural, la manifestación del fenómeno de lo natural.
La relación establecida entre estos conceptos oscila entre una sacralización del espacio natural e infantil y la nominalización de la fuerza natural como revolucionaria y fértil sin “más” pues es esta manifestación, esta sustancia la que esta sobre las nociones y las lógicas humanas.

En la siguiente relación, se ve como la acción remite nuevamente a un impulso revolucionario y vital que no puede ser analogizado con la verdad de la inocencia, de la niñez, del sustrato original y genésico que es figurado en función de la infancia, pues la naturaleza es la eterna infancia donde la clausura está dada por la lengua ( crecí) y donde las realidades y aspiraciones humanas (acción) se ven resumidas en una verdad pre lógica e infantil que es representada por lo natural.

En los siguientes versos: “...y por dentro el tiempo dorado / hasta que la altura lo llama / para convertirlo en naranja...” se ve que la conclusión y la clausura es parte de una ficción humana, puesto que el tiempo se representa en el color dorado, que en el código natural podría ser el tiempo en que el sol fertiliza y da vida al árbol, transformando la vida hacia lo alto, devolviendo desde el fundamento subterráneo hacia el calor solar la vida en forma de una naranja, siendo la naranja en una lectura germinal, la consecución del ciclo de resurrección y mutación natural, en la que la vida del árbol es traspasada hacia el otro gracias al fruto de su silencio: la naranja. Con lo que se podría suponer que el árbol que da el fruto llamado naranja, es a su vez el naranjo, que da también la flor del azahar. En este caso la diferencia radica en que el fruto es un comestible y no un objeto de placer como la flor. La naranja así, funciona además como la analogía con el disco solar en el momento en el que cae por la tarde y la naranja al caer representaría al ocaso y la maduración de un alimento, volviendo a la dialéctica entre vida/muerte en relación a las transformaciones naturales que actúan en otra lógica, una lógica sin clausura, lógica sin logos, la lógica del Silencio.

De esta manera es posible leer que el silencio como matriz del poema acciona desde la naturaleza la develación de un orden distinto, alcanzado desde la madurez del hablante lírico que vuelve sobre su niñez para relacionar a la naturaleza con la niñez, al árbol donde creció y el árbol que sigue creciendo en silencio. El hablante que se reconoce con la posibilidad de decir, se vuelca al silencio al comprender este extraño orden natural en su adultez. Lo que argumenta en torno al silencio es pues creció dentro de un árbol, donde la dialéctica del adentro y afuera se refuerza en la imposibilidad de ser más allá de un crecimiento y un conocimiento gozoso que hace del hablante una especie de árbol que es fertilizado para desde la adultez volver a mirar el pasado como un presente y como una transformación de la vejez en vida, en naranja.
Debido al planteamiento del ciclo natural en Neruda, accedemos a la matriz de sentido nerudiana: el primer poema escrito en una postal a su Mamadre el año 1915 que consta de estos versos : “De un paisaje de áureas regiones / yo escojí / para darle querida mamá / esta humilde postal. Neftalí” El primer escrito conocido de Neruda, plantea desde su textualidad los momentos y movimientos poéticos fundamentales en relación con el poema aquí analizado. El primer punto es la posición central del yo en la poética nerudiana ( yo escogí – yo que crecí) que en ambos poemas, provoca y recibe acciones .Lo segundo es el diálogo entre “áureas regiones” y “tiempo dorado”, que podría remitir extratextualmente a la infancia de Neruda en la Araucanía y al reflejo del sol en los sembradíos, reflejando la imagen del hogar, de la infancia y luego la imagen americana solar.Como tercer punto, el carácter áureo dialoga con el ciclo genésico y genérico manifestado en la poética nerudiana y en los dos poemas. Genésico pues implica la dación de vida del sol a la tierra que subyace en el fundamento azul y subterráneo, para luego surgir hacia las alturas como un brote como una nueva vida. Este ciclo genésico implica el símbolo del árbol en el poema Silencio que en la forma de ascensión, fruto y vida está íntimamente relacionado con la unión de lo terreno y lo divino, el nexo entre cielo y tierra, que encarnado en el yo hablante refleja el tono maduro de la poesía de Neruda.

Así la vida natural y el orden del otro y de afuera está tomado en la perspectiva de adentro por el hablante que liga este ciclo a la consagración de la vida en el crecimiento, en la vuelta al cielo, en la vuelta al nuevo giro del ciclo. El concepto de lo genésico es representado por las fuerzas femenina y masculina en la transformación de la vida, donde el sol es la representación del masculino y la tierra del femenino, por lo que el diálogo de este ciclo con la textualidad del poema analizado es también una lectura desde la feminidad, desde el sustrato de la madre, desde el transito de la madre al nacimiento de una nueva forma de vida: la naranja.
De este modo el hablante lee escribiendo en la búsqueda del silencio de la madre, siendo el silencio la búsqueda de la madre, que según Lacan es el primer objeto de deseo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Excelente trabajo!